La diabetes se presenta principalmente de dos maneras: como diabetes de tipo I y como diabetes de tipo II. Aunque se deben a causas diferentes y, en general, afectan a poblaciones distintas, comparten tres características principales:
1. La diabetes de tipo I y la diabetes de tipo II se caracterizan por anomalías metabólicas, como la hiperglucemia y niveles elevados de otros productos resultantes de la descomposición de los nutrientes.
2. En ambos casos, las alteraciones metabólicas son consecuencia de una reducción de la producción de insulina o de una disminución de la sensibilidad a ésta. En el caso de la diabetes de tipo I, el organismo produce muy poca insulina o ninguna en absoluto, porque se han lesionado o destruido los islotes pancreáticos que la segregan. En la diabetes de tipo II, el cuerpo no puede satisfacer la elevada demanda de insulina, a consecuencia de un trastorno que se conoce como “resitencia a la insulina”.
3. Ambos tipos de diabetes pueden provocar complicaciones a largo plazo, que derivan de la hiperglucemia no tratada y pueden provocar enfermedades graves, como ceguera, insuficiencia renal, ulceraciones, amputaciones en los pies, disfunciones de otros órganos, asi como enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares. A corto plazo, si no se trata, la hiperglucemia puede llevar a una deshidratación grave y provocar confusión, coma e incluso la muerte.
A pesar de compartir las características apuntadas, las dos clases de diabetes difieren en varios aspectos. La diabetes de tipo I suele aparecer en niños y en adultos jóvenes (razón por la que se conocía como “diabetes juvenil”), que necesitan un tratamiento a base de insulina para sobrevivir (razón por la que también se conocía como “diabetes insulinodependiente”). En la diabetes de tipo I, el sistema inmunológico del organismo ataca al páncreas y destruye las células beta, impidiendo que produzcan insulina.
Aunque todavía no se sabe por qué aparece la diabetes de tipo I, sí sabemos que la causa principal de la diabetes de tipo I no es el estilo de vida, ni el sobrepeso, ni la obesidad. Aún así, una parte importante del tratamiento es controlar el peso y hacer ejercicio con regularidad.
Durante años, la diabetes de tipo II se denominó “diabetes adulta” porque solía aparecer en la segunda mitad de la vida. Sin embargo, en los últimos años, a medida que el sobrepeso aparece a edades cada vez más tempranas, cada vez hay más adolescentes y adultos jóvenes a quienes se les diagnostica diabetes de tipo II.
La diabetes de tipo II tiene dos causas subyacentes. La primera es la resistencia a la insulina, que provoca que los tejidos del organismo sean menos sensibles a los efectos de esta, de manera que la glucosa circulante no abandona el torrente sanguíneo ni entra en las células con tanta facilidad. Así, para que el nivel de glucosa en sangre se reduzca y puedan completarse el resto de las “tareas” que ha de llevar a cabo la insulina, se requieren mayores cantidades de hormona. La segunda causa de la diabetes de tipo II es la incapacidad de elevar la producción de insulina para satisfacer esta mayor necesidad. Tanto la resistencia a la insulina como la reducción en la secrección de dicha hormona pueden provocar la aparición de la diabetes de tipo II.
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