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"Vivir con la diabetes, no es vivir para la diabetes"

viernes, 23 de diciembre de 2011

En la diabetes el estilo de vida nos pasa factura


A medida que nuestro modo de vida ha ido cambiando, la diabetes de tipo II ha pasado de ser una enfermedad prácticamente desconocida a convertirse en un trastorno que afecta al 8 % de la totalidad de la población adulta, al 13% de las personas mayores de cuarenta años y al 20% de los mayores de sesenta y cinco. Aunque la obesidad eleva sustancialmente el riesgo de padecer diabetes, el sobrepeso ligero ya aumenta la probabilidad de padecerla.
Del mismo modo, independientemente de que seamos obesos o no, nuestro estilo de vida sedentario también eleva el riesgo de sufrir diabetes de tipo II. La inactividad lleva a la resistencia a la insulina y a la prediabetes, precursoras de la diabetes de tipo II.
Además de la edad, el sobrepeso o la obesidad y la ausencia de actividad física, la herencia también desempeña un papel importante en la diabetes.

Esta imagen está obtenida de Internet y por lo tanto, propiedad de sus respectivos autores.

 Aunque todavía no se han identificado todos los genes que subyacen a la obesidad, el síndrome metabólico y la diabetes, el riesgo de padecer estas enfermedades y trastornos se hereda. Sin embargo, ¿cómo podemos explicar el elevado riesgo de heredar estos trastornos de efectos tan devastadores?, ¿cómo explicaría Darwin el proceso de selección natural que lleva a la diabetes?. El riesgo de heredar y, por tanto, padecer obesidad, diabetes y resistencia a la insulina que subyace a la mayoría de los casos de diabetes II tiene sentido según una teoría denominada "teoría del gen ahorrador". Hasta hace poco siglos, los seres humanos vivían en peligro constante de padecer hambruras y los genes "ahorradores", cuya función consiste en reducir el consumo de energía y les costaba mucho encontrar alimento, consumir menos energía les protegía de morirse de hambre.

Sin embargo, según la teoría del gen ahorrador, los mismos genes que nos protegen durante las hambruras nos hacen vulnerables cuando abunda el alimento, es decir, una respuesta adaptativa ha pasado a ser incapaz de adaptarse. Dicho de otro modo, los genes que protegieron a nuestros ancestros primates durante casi un millón de años, nos han hecho vulnerables en los últimos siglos, porque para la mayoría nos es fácil conseguir alimentos y vivimos sin apenas tener que hacer esfuerzo físico alguno.
La obesidad, la diabetes, el síndrome metabólico y las enfermedades cardiovasculares que les acompañan constituyen los principales problemas de salud no sólo en el mundo occidental, sino también en Asia, África y Sudamérica.  La propensión heredada a padecer diabetes de tipo II emerge cuando el estilo de vida poco saludable y la obesidad entran en juego.
No podemos modificar nuestros genes ahorradores, pero si cambiar nuestro estilo de vida. Y es más, en la actualidad disponemos de datos, especialmente los derivados del estudio multicéntrico Programa para la Prevención de la Diabetes, que demuestran que los cambios en el estilo de vida son realmente efectivos. No es necesario restringir la alimentación a ciertos tipos de comida ni entrenarse para un maratón: clínicamente se ha demostrado que unos sencillos cambios ayudan a prevenir el síndrome metabólico, la prediabetes y la diabetes.
A diferencia de Superman, que puede modificar lo que ha sucedido si vuela muy rápido, nosotros no podemos volver atrás: si padece diabetes de tipo II, se debe de estar preguntando si las modificaciones en el estilo de vida que podrían haberlo evitado le servirán de algo ahora. La respuesta es que sí: los mismos cambios que podrían haber prevenido la diabetes pueden ayudarle a tratarla.
Por muy importante que sea el modo de vida en la aparición de la diabetes de tipo II, quizá aún lo sea más a la hora del tratamiento, tanto de la diabetes de tipo II como de la de tipo I. La diabetes es una enfermedad crónica única, en el sentido de que se ve afectada por todos los aspectos del modo de vida: la alimentación, la actividad física y los estudios, el trabajo y el desplazamiento.
Mientras muchas enfermedades requieren que se preste atención a los fármacos que se han rescatado, la diabetes exige una atención y una vigilancia constantes de horarios y contenido de las comidas y actividad física, también de control de la glucosa y administración de fármacos, como la insulina, sin olvidar el cuidado de los pies y toda una serie de tratamientos personales indispensables. Y la diabetes si se descuida, aunque sea tan sólo unas horas, se lo hará pagar con una hipoglucemia o una hiperglucemia muy desagradables y potencialmente peligrosas.
Si miramos la parte positiva, durante los últimos veinte años, los ensayos clínicos nos han demostrado que las personas diabéticas pueden ser longevas y vivir plenamente y sin complicaciones.
El resultado de este control tan estricto sobre los niveles de glucosa, la tensión arterial y el colesterol es gozar de mejor salud a largo plazo. Si se consigue mantener los niveles de glucosa en sangre en cantidades relativamente normales durante años, se reduce la aparición y el progreso de complicaciones oculares, renales y del sistema nervioso que, de otro modo, acabarían con la vista, la función renal y los miembros del enfermo.

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